Lo que no te han contado sobre reputación online
por Pablo F. Iglesias, fundador de EliminamosContenido
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¿Te imaginas que al googlear tu nombre lo primero que salga sea una página sobre tus supuestas deudas?
Hace siete años fundé una consultora de reputación online y, en todo ese tiempo, me (nos) ha tocado lidiar con decenas de casos chungos. Desde personajes públicos, pasando por celebrities y empresarios, hasta —por supuesto— marcas corporativas que, un buen día, descubren que algo (ya sea en el presente, ya sea en el pasado), les está pasando factura.
Y es que, como suele pasar con todo lo referente a la ciberseguridad, el grueso de potenciales clientes no son conscientes de ello hasta que el daño está hecho, y toca apagar el fuego.
Un error garrafal porque, si hay algo que de verdad puede evitar que cualquiera de nosotros tenga que lidiar con una maldita crisis reputacional, eso es, sin lugar a dudas, haber hecho PREVIAMENTE los deberes.
¿Qué cómo? Pues con algo tan sencillo como TENER PRESENCIA (y AUTORIDAD) DIGITAL.
Una mínima, tranquilo.
No hace falta que te vuelvas de la noche a la mañana un tuitero empedernido como David. Ni tampoco que te dé, como a mí, por publicar «el tema del día» en formato vídeo vertical.
Vamos que, con tener perfiles en redes sociales mínimamente gestionados y —a poder ser— una página web propia donde de vez en cuando publiques algo, ya tienes MUCHO ganado.
Y da exactamente igual que seáis autónomos que tengan que levantarse cada día con la navaja entre los dientes para salir a cazar clientes, funcionarios con la nómina asegurada, trabajadores por cuenta ajena con la tranquilidad de que su trabajo jamás lo va a poder hacer una máquina (ejem, ejem), o afortunados que han heredado un negocio familiar que funciona en automático.
De la noche a la mañana, un malentendido —aunque se demuestre, ojo, que al final es falso— puede pasarte factura durante años.
Y si no, que se lo pregunten al bueno de Mario Costeja González, un gallego al que en su día tacharon en un periódico de moroso por unas supuestas deudas que, supuestamente, contrajo con la compraventa de una vivienda.
Por supuesto, el bueno de Mario no tenía presencia digital alguna, por lo que durante décadas, y pese a que años más tarde la justicia le dio la razón, a poco que buscases por Internet su nombre, lo único que encontrarías era, que en efecto, era un deudor.
Y oye, si lo dice Internet, debe ser verdad.
Si algunos periodistas no verifican sus informaciones, como para esperar que lo haga ese potencial empleador, ese potencial cliente, ese potencial socio.
Y tuvo que pasar un lustro de juicios contra Google para que, finalmente, en 2014 la compañía aceptase a regañadientes que debía desindexar dicho contenido de la búsqueda por su nombre.
Cuatro años más tarde, y gracias a esa victoria, todos los ciudadanos europeos nos ganamos el Derecho al Olvido.
Un derecho, sí, pero que aún nos sigue costando defender incluso a los profesionales. Especialmente con los cambios de «moderación» de las grandes plataformas tras la última victoria de Donald Trump.
Así que, si hay algo que quiero transmitir en esta newsletter es que la mejor manera de no tener que recurrir nunca a los servicios que ofrezco es invertir tiempo en construir tu imagen digital. Y, si no lo haces, asume que la Red lo hará por ti.
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«Todo bien»
Dos palabras que te dicen todo y nada a la vez.
Lo has oído en el médico, en tu última analítica o incluso de ti mismo delante del espejo. Pero si de verdad todo está bien… ¿por qué te falta energía? ¿Por qué duermes mal, te cuesta concentrarte o ya no rindes como antes?
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Aunque no te gusten nada las redes sociales, párate a pensar que igual, solo con tener esos perfiles por ahí, y publicar periódicamente, estarás montando una barrera de contingencia, un perímetro de exposición controlada que jugará a tu favor si te toca sufrir una crisis reputacional.
Eso y asumir que esta barrera es solo eso: una capa más de protección.
Que se lo digan al bueno de Brais Moure, con la que le ha caído últimamente con el lanzamiento de su «Curso/Máster de IA». Pero, por regla general, las crisis reputacionales en perfiles con una alta presencia digital —como la de Brais— son muy explosivas, pero igual que llegan, se van.
Si los grandes medios no se hacen eco de ellas, no suelen afectar a la huella digital de la marca o la persona. Eso sí, en las horas (o días) que duren, parece que el mundo se cae sobre ti…
Más complicado lo tienen perfiles como Cecilia Sopeña, que consiguió hacer atractivo eso de ver a alguien en bici, y que unos años más tarde, cuando decidió dejar «la plataforma azul», se embarcó en la lucha por hacer desaparecer todo ese contenido publicado en mil y una páginas en Internet.
De hecho, el perfil de creadora de contenido en «la plataforma azul» es uno de nuestros clientes más habituales. Y aunque la ley está de su parte —derecho al olvido, recordemos—, borrar una huella digital de años y dispersa por cientos de webs (muchas de ellas alojadas en servidores de «vete tú a saber» y con dominios contratados en países no muy proclives a cumplir regulaciones internacionales…) se vuelve un verdadero dolor de muelas.
Cecilia —o mejor dicho, al servicio que haya contratado para tamaña empresa— habrá conseguido, como nos pasa a nosotros, eliminar dicho contenido de las principales plataformas «occidentales». Pero ahora empieza el juego del gato y el ratón, desindexando enlaces a plataformas piratas o que se escudan en paraísos legales, mientras monitorizan, entiendo, todo Internet para identificar cuándo un nuevo contenido suyo aparece en una nueva plataforma.
Ya te digo yo que tienen trabajo para rato…
E igual que se vive más tranquilo con los ahorros diversificados en vez de invertidos en una sola cosa, créeme si te digo que también se vive más tranquilo diversificando riesgo en el entorno digital. No depender exclusivamente de lo que los demás digan de ti (reputación online) y tener una voz propia (presencia digital).
Es tan fácil (y a la vez difícil) como suena, por eso no verás a muchos expertos recomendándotelo, pero espero haberte convencido de que —en la era de Internet— dedicar unas horas al mes a tus redes sociales no es un gasto sino una inversión.
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