En el caso de las empresas cotizadas, la obligación de presentar resultados de forma periódica y la presión de los analistas e inversores si no se cumplen sus previsiones aumentan el incentivo a hacer ajustes rápidos de plantilla para tratar de maquillarlos.
Y es que la inmensa mayoría del gasto en salarios se contabiliza como OPEX y se debe restar de los beneficios del ejercicio. Sin embargo, otras inversiones —el pago de servicios subcontratados a terceras empresas, también— pueden contabilizarse como CAPEX, un activo en el balance que va depreciándose a lo largo de varios años. Lo que, en el corto plazo, afecta menos al beneficio contable.
Por supuesto, no todas las empresas cotizadas son tan cortoplacistas. Por poner un ejemplo dentro del mismo sector del videojuego, Nintendo nunca ha dejado de contratar, impulsada por una cultura que promueve la creación de valor a largo plazo y donde los empleados se consideran un activo, no un pasivo financiero.
Respecto al tamaño de la organización, la menor propensión al despido en la PYME tiene mucho que ver con la denominada social proximity o «proximidad social», los lazos personales entre directivos y empleados que generan más estabilidad y una mayor resistencia interna a los despidos masivos.
Por último, las compañías que dependen de la financiación externa —como las startups— están completamente condicionadas por el modelo de negocio de la misma. Este artículo de Bozkaya y Kerr muestra que cuando el coste de ajustar plantilla sube, cae la inversión; es decir, el capital riesgo busca entornos donde pueda sobrecontratar y ajustar empleo con rapidez.
Y, por supuesto, hay muchos más factores que pueden modelar una organización más propensa al despido, simplemente atendiendo a los datos disponibles.
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