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Hace unos pocos meses fundé una nueva compañía, así que tuve que contestar la pregunta que ahora te hago a ti: si tuvieras que montar una nueva empresa hoy, ¿cómo la crearías, presencial o remota?
Antes de que respondas, déjame que comparta contigo algunas métricas, experiencias y reflexiones. Porque, si solo hiciéramos caso a las noticias que se publican últimamente, podríamos llegar a la errónea conclusión de que —después del impulso que recibió con la crisis del COVID— el trabajo remoto ha muerto para siempre. Sin embargo, los datos muestran otra realidad, completamente diferente.
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Más allá de los fríos números cuesta creer que —en una era en la que la inteligencia artificial, la robótica y la realidad virtual van a transformar por completo nuestra manera de trabajar y prometen descargarnos de un montón de responsabilidades— después de 10, 20 o 30 años vayamos a seguir tragándonos un atasco de una hora para completar en un espacio físico acotado las tareas que reservemos para nosotros mismos.
No soy el único al que algo le chirría. Hace un par de meses, mi colega José Luis Calvo me envío una entrevista a Jack Hidary —CEO de Sandbox AQ, una spin-off de Google con 286 empleados que emplean Inteligencia Artificial para diseñar nuevos fármacos— en la que el directivo explicaba por qué creía que las políticas de «regreso a la oficina» no iban a funcionar en la era de la IA.
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La entrevista apenas toca el impacto de la IA en nuestro trabajo en general y en la actividad de Sandbox AQ en particular. Eso sí, desvela que los tres conceptos que fundamentan un modelo remoto exitoso siguen vigentes en una compañía nativa de la era de la Inteligencia Artificial, así como —desgraciadamente— desconocidos e ignorados por la inmensa mayoría de los directivos que deberían impulsarlos.
Empezando porque, en realidad, el acalorado debate sobre si es mejor «trabajar desde casa o desde la oficina» no es más que una falsa dicotomía. Porque poder trabajar remotamente no significa que nunca podamos ir a una oficina ni tampoco que tengamos que trabajar exclusivamente desde nuestra casa, sino que podríamos hacerlo en cualquier parte. En una oficina también, por supuesto.
Muchas empresas siguen obsesionadas con el «dónde» cuando lo verdaderamente importante es el «cómo». Decidir si quieren orientar a resultados su modelo organizativo en vez de seguir abrazando el tradicional sistema que —desde la Revolución Industrial— prioriza el control del tiempo que, se supone, el empleado está trabajando.
El primero facilita la adopción del trabajo remoto sin imponerlo. El segundo, nos ata a la presencialidad.
Y, por tanto, no tanto el lugar de trabajo sino la cultura, procesos y herramientas deben adaptarse a ese «cómo». Una cultura de confianza y responsabilidad en vez de vigilancia y mediocridad. Unos procesos que funcionen sin la necesidad de que todo el mundo esté disponible al mismo tiempo. Unas herramientas que permitan la colaboración, sin la necesidad de que todo el equipo esté en la misma habitación.
Y aunque el CEO de Sandbox AQ no lo mencione —probablemente, porque para él sea tan evidente que no crea que merezca la pena ni comentarlo— la IA reduce de forma dramática el coste de recopilar, documentar y distribuir información sobre nuestra toma de decisiones —desde recoger por escrito lo acordado en una reunión hasta resumir el contenido de un hilo de mails o una conversación en un chat—, algo IMPRESCINDIBLE para impulsar esos nuevos procesos. Adoptar el modelo remoto es hoy más sencillo y barato que nunca.
Si hiciéramos nuestros esos tres conceptos, aunque toda nuestra plantilla trabajara presencialmente habríamos adoptado el modelo remoto. La prueba más palpable es que, si de un día para otro decidiéramos que todos pudieran trabajar desde casa, nada se pararía independientemente de los que acudieran a la oficina.
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Adoptar el modelo remoto es hoy más sencillo y barato que nunca.
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Y si pudiéramos ¿por qué no lo haríamos? Bueno… muchas grandes corporaciones están pidiendo a sus empleados que vuelvan a la oficina ¿Cómo vamos a ser más listos nosotros que Amazon, Apple o Google? ¿Por qué nos iba a servir lo que no funciona en algunas de las empresas más punteras del mundo?
Igual que debemos asumir que el trabajo remoto no es «una bala plateada» —una solución mágica y válida en cualquier circunstancia— también deberíamos asumir que la estrategia de una empresa de 150.000 empleados no necesariamente tendrá sentido en una de 1.500, 150 o 15.
Para empezar, este tipo de compañías suelen tener un enorme coste hundido en forma faraónicas sedes u oficinas que quedarían infrautilizadas y obsoletas si adoptaran el modelo remoto.
Por otro lado, los mandos intermedios no tienen mucho que ganar y sí mucho que perder al acometer los cambios culturales y organizativos que exige el modelo remoto. Muchos roles deberían cambiar y otros dejarían de tener sentido alguno.
Por último, las megacorporaciones pueden permitirse pagar el sobrecoste que supone mantener posiciones presenciales, de la misma manera que pueden permitirse publicar ofertas de empleo sin especificar el salario. Los candidatos suponen que pagan sueldos tan altos que no les importa entrar en un proceso de selección sin saber lo que van a ofrecerles, de la misma manera que creen que la retribución compensará una mudanza o tener que desplazarse a la oficina todos los días.
Pero la inmensa mayoría de empresas no pueden pagar los mismos salarios que Amazon, Apple o Google. Algunos empresarios creen haber oído cantos de sirena con la supuesta «crisis del sector tecnológico» y piensan que ya no hay que pagar un sobrecoste para poder contratar presencialmente el mismo talento que podría contratar en remoto. Se equivocan.
La semana pasada publiqué una oferta de empleo para programadores Python con un salario de hasta 45.000€, un salario más que competitivo para los 2 años de experiencia que se exigían. Eso sí, se pedía ir al menos un día a la semana a Girona. A fecha de hoy se han recibido cero candidaturas.
No deja de ser paradigmático que Sandbox AQ —que cuenta con 500 millones de dólares de financiación— señale como una de las principales ventajas la posibilidad de contratar talento globalmente.
Si Amazon, Apple o Google nacieran hoy se parecerían mucho más a una pequeña startup de Girona que a Sandbox AQ o —por supuesto— los gigantes corporativos en que son ahora.
No tendrían ningún coste hundido, ni mandos intermedios, ni tampoco recursos suficientes para contratar a cualquier precio. Y, probablemente, nosotros tampoco.
Así que, permíteme que cierre este texto «a la gallega», repitiéndote la misma pregunta con la que lo abrí: si tuvieras que montar una nueva empresa hoy, ¿cómo la crearías, presencial o remota?
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